Como decía en el último post, “Tanto si piensas que puedes como que no puedes, tienes razón”.
Nuestras creencias más arraigadas acaban en profecías que, para bien o para mal, determinarán si seremos o no capaces de lograr algo.
Aquí juega un papel esencial ese diálogo interno que todos llevamos continuamente con nuestra voz interna. Laura Ribas la llama Fronterizo e Isra García Dark Side. Todos la tenemos y somos nosotros mismos. Nadie nos trata tan mal como lo hacemos nosotros mismos.
Aparece cuando pretendemos lograr algo importante, cuando vamos a hacer algo que puede marcar la diferencia y estamos dispuestos a lanzarnos confiando en nosotros mismos y en nuestras posibilidades, para convencernos de que abandonemos, de que lo dejemos o sigamos en el sillón haciendo lo fácil, lo cómodo, lo rutinario y lo conocido.
Es la razón de nuestros miedos, de nuestra preocupación, y de que justo en el momento clave nos sintamos pequeños, insignificantes, no merecedores y fuera de lugar. Trata de recordarnos nuestro peor pasado: errores, fallos, frustraciones, momentos difíciles, situaciones en las que hicimos el ridículo o pasamos una vergüenza que nos bloqueó. Siempre está cuando estamos decididos a implementar un cambio importante en nuestra vida.
Pretende que pensemos, y acostumbra a ganar, que nuestros más grandes sueños no son para nosotros sino para otros, porque esas cosas sólo le pasan a gente lista, inteligente, con habilidades innatas, con contactos, con dinero…
Logra hacernos pensar que si lo intentamos no va a funcionar. Que somos un fraude, y que lo mejor es que sigamos haciendo lo que hace la mayoría y dejarnos de tonterías. Te suelta frases del tenor “¿qué sabes tú de eso?”, “eres un fraude”, “serás el hazme reír”, “vas a hacer el ridículo” o “un día te quedarás en blanco”. Busca nuestra frustración, nuestro temor, y su fin es conseguir que nos acabemos diciendo que somos estúpidos, que quizás no somos tan buenos como pensábamos, o que incluso somos muy malos. Lo peor es que contra más nos repitamos todo eso más nos lo vamos a creer.
Esa voz interna busca que doblemos la rodilla. Qué tiremos la toalla. Qué nos convenzamos de que no valemos, y que ni por asomo pensemos que somos capaces de cualquier cosa. Si fuésemos felices perdería su sentido.
Nos quiere convencer de que lo mejor es vivir agazapados, en nuestra zona de confort. Sin arriesgar, buscando la comodidad, dado que fuera de ello sólo hay fracaso, burlas y decepción. Nos quiere a salvo. Sin hacer nada. En el sofá viendo Salvame! o la última serie de moda de Netflix.
