Siendo consciente tiendes a tener una sensación de calma, de concentración, de dirección.
Incluso si la emoción no es placentera, tienes una sensación de espacio en torno a las emociones. Una perspectiva incrementada. Algo de estabilidad emocional.
La mayoría no encontramos esa línea de continuidad de la consciencia, y en ausencia de consciencia, el pensamiento decide el modo en que te sientes. El reino del pensamiento toma el control. Ahora esto, ahora lo otro.
La atención plena es algo que se puede aplicar a lo largo del día. Todo lo que hay que hacer es prestar toda la atención a lo que estés haciendo, sea lo que sea, de forma que ya no sea posible pensar dónde te gustaría estar, lo que te gustaría estar haciendo o desear que las cosas fueran diferentes a como son (es decir, todas esas clases de pensamiento que te provocan estrés), porque estarás presente con cualquier cosa que te encuentres haciendo.
Así, en vez de entrar en un estado de mal humor cuando te das cuenta de que es lunes y está lloviendo, observas tu respuesta a ese hecho y contemplas al sentimiento venir y marcharse.
Tras tropezar con tu perro, en vez de maldecirlo con un grito y echarle la culpa, será O.k. que te agaches a comprobar que el animal se encuentra bien, concentrándote en su bienestar en lugar de hacerlo en tus frustraciones internas. Olvidando tu frustración en este simple acto de altruismo, comienzas el día de nuevo. Y así debe continuar. Pasando de una actividad a otra con un propósito, concentrado y consciente.
Imagen: RyanMcGuire
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