Como ya dije aquí, una diferencia esencial entre entre ganadores y perdedores, optimistas y pesimistas, es que los primeros, cuando algo no les funciona, les sale mal o no tienen éxito, pasan página rápido.
No ven el problema como algo omnipresente que vaya a marcar sus vidas de ahí en adelante, y mucho menos llegan a pensar que el problema esté en ellos. Si han tenido experiencias de fracaso se las apañan para ignorarlas, con el beneficio de que su confianza y autoestima no se verá afectada de cara a afrontar futuros retos.
Mientras, el pesimista/perdedor puede llegar a ver un episodio desfavorable como el ocaso de su profesión e incluso de su existencia. Incapaz de dar carpetazo, disminuirá sus posibilidades futuras en el caso de no salir de ese estado, dado que verá mermadas sus facultades como consecuencia de la desconfianza generada por su último fracaso.
Con un ejemplo de lo anterior me tropecé el otro día leyendo una entrevista al gran Jordi Villacampa en la que repasaba su carrera. Si te has criado en Badalona y te gusta el baloncesto, tu ídolo es Villacampa si tuviste la suerte de disfrutar de aquella magnífica generación de jugadores.
El caso es que Villacampa dice ahí «Mi cerebro es como el Windows, la basura va a la papelera de reciclaje”, refiriéndose a que tenía pocos recuerdos de aquél día de primavera de 1992 en que perdió el partido más importante de su vida (final Liga Europea) con el famoso triple de Djordjevic en el último segundo.
Haciendo memoria, aunque no salía en la entrevista, recordé como en el año 1993 La Penya quedó eliminada, también de la Copa de Europa, tras fallar dos tiros seguidos Villacampa en la última jugada. El gran Villacampa había fallado en Badalona dos tiros totalmente solo que hacían que el Joventut fuese eliminado. Incluso como dice el extracto de la crónica que dejo a continuación, pudo acercarse mucho más a canasta y lograr un tiro más fácil. Muchas veces pensé en cómo debió sentirse y lo difícil que debería ser aquella noche para él.
La precipitación dejó al Juventud fuera de la Liga Europea. Villacampa le regaló al Knorr de Bolonia la clasificación. Badalona. Quedaban 16 segundos. Danilovic había colocado el 81- 71. Tomás Jofresa cogió la directa. Se presentó junto a la línea de 6,25. Le dio un balón de oro a Villacampa, solo en un lateral, y éste, en lugar de entrar a canasta- le bastaba con un punto- se tiró un triple a lo loco. Thompson recuperó la pelota. Se la volvió a ofrecer a Villacampa a 7 segundos y lanzó otro triple sin sentido.
Rebuscando en Google, además de la crónica del partido, encuentro un archivo de otro medio de comunicación que me indica que aquella vez Villacampa también utilizó rápidamente su papelera de reciclaje. En la sala de prensa, cuando todos los ojos estaban puestos en él como diana del fracaso, dijo: «La opción de tiro era muy clara y si me encontrara en la misma situación, volvería a hacerlo».
Al año siguiente Villacampa se proclamó campeón de Europa en Tel- Aviv con el Joventut. ¿Hubiese sido así sin usar su papelera?
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