by Oscar Cano

La Importancia De Las Palabras Que Uso.

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De un tiempo a esta parte, y por muy mal que me vaya el día, cuando me preguntan como estoy o qué tal me va, procuro no decir nunca ni mal, ni fatal, ni agobiado, ni amargado… A la que tenga un mínimo motivo digo muy bien, genial, excelente, estupendo, inmejorable o perfecto, y si la cosa no ha sido para tanto puede que conteste que llevo un día animado, ocupado, movido, … o cualquier palabra que evite decir fatal, horroroso o similar.

Las palabras que elegimos habitualmente para expresar y compartir nuestra experiencia con los demás, afectan también a la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos y, en consecuencia, lo que experimentamos. Cualquier experiencia emocional puede variar rápidamente en función de las palabras que utilicemos para describir lo que estamos sintiendo, y si no las dominamos y permitimos que su selección sea inconsciente, es muy probable que rebajemos o denigremos toda nuestra experiencia vital, llegando incluso a hacerla peor de lo que realmente es.

La mayoría de nosotros elegimos inconscientemente las palabras que utilizamos, sin preocuparnos por hacer una selección efectiva de las que más nos convienen para describir nuestro estado o vivencias. Una buena elección favorece nuestro estado emocional, mientras que una pobre selección puede resultar devastadora para nuestros intereses. Debemos procurar que nuestro vocabulario nos empuje en la dirección que deseamos y no en la contraria.

Esto, más o menos, funciona así: nuestros cinco sentidos canalizan toda una serie de sensaciones hacia nuestro cerebro provocando determinados efectos internos a los que la mente, para decidir con rapidez qué significan (dolor o placer), les asigna etiquetas, siendo esas etiquetas lo que conocemos como “palabras”.

Así vamos formando moldes que nos sirven para configurar y transformar nuestra experiencia de la vida, aunque en la mayoría de ocasiones sin haber evaluado el impacto de las palabras que estamos acostumbrados a usar. El problema se plantea cuando empezamos a encajar consistentemente cualquier forma de sensación negativa en la palabra-molde furioso, deprimido, humillado o inseguro, siendo muy posible que no se refleje con verdadera precisión la experiencia del momento, pero que una vez etiquetada se convertirá en nuestra experiencia. Así, lo que era un poco desafiante se convierte en devastador. Lo que era complicado se convierte en imposible, y lo que era estar un poco raro se convierte en estar deprimido.

Las palabras se utilizan literalmente para representarnos nuestra experiencia de la vida, pero alteran nuestras percepciones y sentimientos. Prueba de ello es que ante un mismo hecho o experiencia cada persona puede sentirse de forma distinta: una furiosa, la otra enfadada y la otra simplemente molesta, … residiendo la diferencia de sensaciones simplemente en la traducción que cada una ha hecho de las mismas. Las palabras son nuestra principal herramienta para la interpretación o la traducción, y la forma en que etiquetamos nuestra experiencia cambia inmediatamente las sensaciones producidas sobre nuestros sistemas nerviosos, dado que las palabras tienen, de hecho, un efecto bioquímico.

Si nos referimos a una experiencia magnífica como algo bastante bueno, ya estamos rebajando, matizando y suavizando la misma por ese limitado uso del vocabulario, contrariamente a lo que pasaría si la hubiésemos calificado como excelente, genial o extraordinaria. Las personas con un vocabulario empobrecido llevan una vida emocional empobrecida, mientras las que tienen vocabularios ricos disponen de un amplio abanico de opciones para describir su experiencia no sólo para los demás, sino también para sí mismas.

Resulta pues clave como etiquetamos nuestras sensaciones. Muchas personas tienden a sentirse frustradas todo el tiempo, o enfadadas, inseguras, asustadas o deprimidas, siendo una de las razones que siempre usen las mismas palabras para describir su experiencia, estado o vivencia. Si analizáramos más críticamente las sensaciones que experimentamos en nuestros cuerpos, y fuéramos más precisos y creativos en nuestra forma de evaluar, seríamos capaces de hallar nuevas etiquetas para nuestra realidad y cambiar nuestra emoción al respecto.

Las palabras configuran nuestras creencias y ejercen un impacto sobre nuestras acciones. Son poderosas para cambiar la emoción humana, no sólo dentro de uno mismo sino también en los demás.

Las palabras forman el hilo con el que tejemos nuestras experiencias. Aldous Huxley.

Describir experiencias positivas con palabras como apasionado, escandaloso y espectacular, marca una evidente diferencia en los estados de ánimo positivos, respecto a limitarse a decir me siento bien. Las palabras acertadas pueden permitirnos intensificar o disminuir cualquier estado emocional, tanto positivo como negativo, otorgándonos el poder para rebajar la intensidad de los sentimientos más negativos, de forma que incluso dejen de molestar, así como elevar las experiencias más positivas hasta los más altos niveles de placer y poder.

Anthony Robbins dice que si una palabra no está en tu vocabulario, no experimentas ese sentimiento. Él no utiliza nunca la palabra depresión. Asocia tanto dolor a esa palabra tras pasar por una que según él fue lo más cercano a estar muerto, que sin darse cuenta la desterró automáticamente de su vocabulario. No existiendo para él la palabra, no tiene forma de representarse o sentir la depresión, pudiendo sentirse frustrado, enojado, curioso, displicente o sobrecargado, pero nunca deprimido.

En algunas lenguas nativas americanas no hay una palabra para mentira, no formando ese concepto parte de su lenguaje, como tampoco de su modo de pensar y su comportamiento. Al no disponer de una palabra, el concepto no parece existir. Se dice que la tribu tasaday, en Filipinas, no tiene palabras para disgusto, odio o guerra. ¡Genial!

Eliminar ese tipo de palabras incapacitadoras, puede llegar a acabar el nefasto sentimiento que puedan conllevar, siendo un excelente ejercicio para cualquiera darse cuenta de su vocabulario generador de estados de incapacitación, con el fin de cambiarlo por uno más capacitador.

 

Photo Credit: Fotolia.

 

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Soy Oscar Cano, abogado dedicado al Derecho de Familia, y Blogger jurídico con más de 1.500 artículos publicados, y escribiendo un post a diario desde enero de 2014.

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