by Oscar Cano

Es El Estado, No La Habilidad.

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La diferencia entre actuar mal y de una forma brillante no se basa en nuestra habilidad sino en el estado en que se encuentre nuestra mente y/o cuerpo en cada momento.

Se puede tener mucho talento, valor, fuerza, determinación, resistencia, e incluso la compasión y el intelecto de un Albert Einstein, pero jamás llegaremos a la excelencia si continuamente nos sumergimos en estados negativos.

A veces no recordamos el nombre de un amigo, alguna dirección por la que pasamos todos los días, …. sin que esas cosas signifiquen que seamos estúpidos, sino que nos encontramos en un estado estúpido.

El estado en que nos encontramos en cualquier momento dado determina cómo percibimos la realidad y, por tanto, nuestras decisiones, comportamientos y rendimiento. Para cambiar la habilidad debemos cambiar de estado, con el fin de dar rienda suelta a la multitud de recursos de los que disponemos. Necesitamos un estado lleno de recursos, debiendo detectar cuál es la forma de lograr que afloren los más eficaces en el momento que más lo necesitamos.

Un principio esencial de la PNL es que «El mapa no es el territorio». Un mapa no es el territorio que representa, pero si es correcto, su estructura será similar a la del territorio y será útil. Del mismo modo, las representaciones internas o interpretación que las personas hacemos de la realidad externa, no son la reproducción exacta, sino una interpretación filtrada a través de creencias individuales, actitudes, valores, vivencias, ….

No sabemos lo que son las cosas en realidad, sino sólo cómo nos las representamos a nosotros mismos. La prueba es que muchas veces unos mismos hechos son percibidos de forma muy distinta por diferentes personas, llevando ello a la útil conclusión de que debemos procurar representarnos las cosas de forma que aumenten nuestras posibilidades, en vez de que las limiten. Debemos barrer para casa.

La clave para lograr lo anterior es gestionar la memoria, utilizando recuerdos (= representaciones internas) de éxito ante una situación semejante ante la que debamos enfrentarnos, con el fin de procurarnos un estado que potencie y permita optimizar al máximo nuestras capacidades. Por contra, en función de como enfoquemos, hasta el individuo más exitoso puede empezar a plantearse lo que no va bien y caer en un estado de depresión, frustración o ira que minimize sus posibilidades. En síntesis, al enfrentarnos a un reto siempre será mejor optar por enfocar que todo sale a pedir de boca, aprovechando para recordar algún momento de nuestra vida en que estuviésemos cargados de energía y nos sintiésemos dueños de nuestras facultades.

Se trata de representarse las cosas de forma que uno se sitúe en un estado de plenitud tal que pueda asumir acciones de la especie y calidad necesaria para alcanzar aquellos resultados que persigue. De no hacerlo así, uno ni siquiera llegará a iniciar el intento, o como mucho lo realizará a medias y con escasa convicción, yendo los resultados en proporción al esfuerzo.

Normalmente los triunfadores o personas que acostumbran a lograr sus objetivos, no deben hacer ningun esfuerzo para acceder de forma habitual a sus estados más óptimos para dar lo mejor de si mismos. Se podría decir que ya vienen así de serie. Ignoran sus fracasos e incluso idealizan el éxito si es algo a lo que se enfrentan por primera vez, aunque no dispongan de ninguna referencia del pasado a la que agarrarse para tener confianza.

¿Quién no ha conocido a personas con minusvalías o importantes problemas de salud que gozan de una vida más plena que otros totalmente sanos, e incluso han conseguido logros al alcance de bien pocos? El caso es que encuentran la forma de obtener la plena posesión de sus recursos mediante un enfoque favorable a sus intereses.

Nada es inherentemente malo o bueno. El valor está en la representación que nosotros nos formemos. Podemos representarnos las cosas de tal manera que caigamos en un estado positivo, y también podemos hacer lo contrario.

En la vida continuamente se producen resultados, y si no somos nosotros quien decidimos conscientemente los que queremos representándonos las cosas en consonancia, será algún agente externo (una conversación, una canción, una imagen, … cualquier cosa) lo que condicionará nuestros estados dando lugar a comportamientos que quizá no nos convengan. Debemos pasar a la acción, de forma deliberada y consciente, para ir en la dirección que más nos interese, dado que si no dirigimos de manera consciente nuestras propias mentes y estados, el medio que nos rodea puede producir estados al azar, siendo algunos indeseables y de desastrosas consecuencias.

Si continuamente enfocamos todas las cosas malas de la vida, todo lo que no deseamos y todas las dificultades que podrían presentarse, nos pondremos en un estado que fomentará más comportamientos y resultados de ese tipo, resultando crítico enfocar lo que deseamos en contraposición a lo que no deseamos, dado que el sistema nervioso recibe una representación coherente, que le lleva a fomentar el comportamiento conducente a ese desenlace no deseado, encontrando el cerebro un nuevo camino que seguir.

Por ejemplo, el celoso no es celoso, sino que en el pasado quizás haya producido estados de celotipia y el tipo de comportamiento que deriva de los mismos. Pero las personas no somos nuestro comportamiento. Uno no es su conducta, y de admitir ese tipo de generalizaciones, adoptaremos creencias incapacitadoras que gobernarán y dirigirán nuestros actos futuros. La conducta o el comportamiento resulta del estado de una persona, y éste lo hace de sus representaciones internas y de su fisiología (hablaremos en otros artículos). Ambas cosas se pueden cambiar con rapidez.

Siempre podemos elegir el modo de representarnos las cosas. Haber sido celoso en el pasado significa que el individuo se representaba las cosas de una manera que le creaba dicho estado, pero nada impide que ahora cambien esas representaciones produciendo nuevos estados, con los comportamientos consiguientes. Si uno piensa que su pareja le está engañando porque llega tarde, dará pie a un estado de furor e ira aunque no tenga prueba alguna de ello, y el retraso se haya debido a que había mucho tráfico. No obstante, eso puede cambiar en un futuro si ante la misma situación esa persona se imagina a su pareja en un atasco. Aún en el caso de que fuese cierto que la persona amada estuviese haciendo lo que pensó la primera vez, resulta absurdo desperdiciar energía emocional antes de saberlo con certeza.

La mayoría de la gente hace muy poco para dirigir conscientemente sus estados. Se levanta deprimida o con buen pie, una buena mañana los anima o una mala los hunde. Pero podemos invocar nuestros recursos y situarnos en nuestros mejores estados, por mucho que amanezca lloviendo y sea lunes.

El estado de una persona contiene un poder impresionante, y lo podemos controlar.

 

Photo Credit: Fotolia.

 

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Soy Oscar Cano, abogado dedicado al Derecho de Familia, y Blogger jurídico con más de 1.500 artículos publicados, y escribiendo un post a diario desde enero de 2014.

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