by Oscar Cano

22 Chispazos Estoicos.

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En los últimos tiempos, y a raíz de la influencia que tiene mi todo lo que mueve Isra, estoy metiendo la nariz en el conocimiento del estoicismo.

El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 a. C. Su doctrina filosófica estaba basada en el dominio y control de los hechos, cosas y pasiones que perturban la vida, valiéndose de la valentía y la razón del carácter personal. Su objetivo era alcanzar la felicidad y la sabiduría prescindiendo de los bienes materiales.

Durante el período helenístico adquirió mayor importancia y difusión, ganando gran popularidad por todo el mundo grecorromano, especialmente entre las élites romanas. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales del siglo II d. C. Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del alto Imperio romano y el auge del cristianismo.

Epícteto estoicismoDe la lectura de un libro de máximas de Epícteto, una de las figuras más relevantes de esta corriente filosófica, he seleccionado una batería de citas con el fin de que os puedan inspirar e incluso generar alguno de esos clicks que a veces se producen en nuestras mentes, y constituyen un antes y un después en la perspetiva o enfoque que habíamos tenido siempre de determinados aspectos de la vida. Allá van:

1. Las cosas son de dos clases: unas dependen de nosotros; las otras, no.
2. El bien y el mal sólo se hallan en las cosas que dependen de la voluntad. La fortuna, los honores, las riquezas y demás vanidades no son bienes, y buscarlos equivale a correr a las servidumbres. Por consiguiente, el vivir bien y el ser felices depende de nosotros, no de las cosas exteriores.
3. Dependen de nosotros nuestros juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones y nuestras aversiones: en una palabra, todos nuestros actos.
4. Las cosas que dependen de nosotros son libres por su misma naturaleza; nada puede detenerlas ni levantar ante ellas obstáculos. En cambio, las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, sujetas a mil contingencias e inconvenientes y extrañas por completo a nosotros.
5. Debes apartar tus temores de las cosas que por no depender de ti son inevitables y colocarlos en aquellas que de ti dependan.
6. En consecuencia, si quieres que jamás tus deseos se vean frustrados, haz simplemente una cosa bien sencilla: no desees sino aquello que de ti dependa.
7. Jamás te vanaglories de lo que de ti no dependa. De un mérito que en realidad te sea ajeno.
8. ¡Cuán ciego e injusto eres! En ti está no depender más que de ti mismo, y te esfuerzas en depender de un millar de cosas que te son ajenas y que te alejan de todo verdadero bien.
9. Si quieres no ser jamás vencido, no tienes sino QUE escoger combates en los que de ti dependa exclusivamente el salir victorioso.
10. Guárdate mucho viendo a alguno colmado de honores o alcanzar las más elevadas dignidades, de considerarle, arrastrado por tu imaginación, como un hombre feliz. Porque si la esencia del verdadero bien está en las cosas que dependen de nosotros, ni la envidia, ni la emulación, ni los celos podrán anidar en ti y no desearás ser general, ni senador, ni cónsul, sino libre. Y piensa que para alcanzar esta libertad sólo hay un camino: el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros.
11. Líbrate de temer la muerte, las enfermedades o la pobreza, porque entonces vivirás infeliz y miserable.
12. Las cualidades esenciales de la verdadera felicidad son la duración y la estabilidad. Durar siempre y que ningún contratiempo pueda perturbarla. La que no reúne estos caracteres no es sino una engañosa felicidad.
13. ¿Qué sucederá? ¿Qué te importa lo que pueda suceder desde el momento que puedes hacer de ello buen uso y sacar provecho, y puesto que hasta un contratiempo puede convertirse para ti en manantial de felicidades? ¿Acaso Hércules dijo jamás: «Dioses, no permitid que un león o un jabalí enorme se crucen en mi camino, ni que tenga que combatir con hombres monstruosos y feroces>>?
14. No olvides que eres actor en una obra, corta o larga, cuyo autor te ha confiado un papel determinado. Y bien sea este papel el de mendigo, de príncipe, cojo o de simple particular, procura realizarlo lo mejor que puedas. Porque si ciertamente no depende de ti escoger el papel que has de representar, sí el representarlo debidamente.
15. ¿Qué hombre hay invencible? Únicamente aquél que está firme en sus convicciones y que no vacila por ninguna de las cosas que dependen de nosotros. Éste y únicamente él debe ser admirado como un verdadero atleta.
16. Hércules, ¿hubiera sido Hércules sin los leones, los tigres, los jabalíes, los bandidos y demás monstruos de que libró a la tierra? Y de no existir estos monstruos, ¿de qué hubieran servido sus brazos musculosísimos, su fuerza inmensa, su valor siempre creciente, su paciencia a toda prueba y sus demás virtudes?
17. En la conversación corriente guárdate mucho de hablar de ti y no te complazcas, si la ocasión no es oportunísima, en referir tus proezas y los peligros y vicisitudes que hayas corrido. Porque tan grato como te es a ti contarlo le es a los demás ingrato el oírlo.
18. Al ir a ver a un príncipe o a un magnate, palideces, tiemblas, te turbas. – ¿Cómo me recibirá? ¿Cómo me escuchará? – te dices. ¡Insensato! Te recibirá y te escuchará como mejor le plazca. Pero si recibe mal a un hombre sensato, peor para él, que no has de ser tú quien pague por la falta cometida por otro.
19. Pues mandaré que te carguen de cadenas. – ¿Qué dices? ¿Me amenazas con encadenarme? ¿A mí? ¡Qué ilusión! ¡Prueba, infeliz, a ver si lo consigues! ¡Te desafío! A mis piernas y a mis brazos tal vez consigas cargarlos de hierro; pero a mí, a mi voluntad…, ¡eso ni el mismo Júpiter podría!
20. Los sicarios y satélites armados de espadas y lanzas son los que hacen formidables y temidos a los tiranos. No obstante, un niño se acerca a ellos y no experimenta temor alguno. ¿Por qué? Porque desconoce el peligro. Luego tú no tienes más que desconocerle para despreciarle.
21. Son señales inequívocas de que un hombre adelanta en el camino de la sabiduría: el no censurar ni alabar a nadie; el no quejarse ni acusar a nadie; el no hablar de los demás; el no censurar ni culpar a otro de los obstáculos que se oponen a sus deseos; el burlarse en secreto de quienes le alaban y lisonjean; el no tratar de justificarse y ensalzarse si se ve reprendido; antes por el contrario, callar cual el convaleciente que teme con una imprudencia estropear el principio de su curación; el haber extirpado toda clase de deseos y el haber renunciado enteramente a cuantas cosas no dependen de nosotros; el cuidar de que todos sus impulsos sean moderados y sumisos; en no acongojarse al verse tratado de necio o ignorante; en una palabra: el estar siempre en guardia contra sí mismo, como contra quien de continuo le tiende lazos y es su más peligroso enemigo.
22. ¿Que uno bebe mucho? No digas que hace mal en beber, sino que bebe mucho. Porque sin conocer la causa que le impulsa a obrar, ¿cómo te atreves a decir que obra mal? No juzgues, pues, de este modo puede ocurrir que veas una cosa y juzgues otra.

 

Fuente del Post: Los Estoicos: Epícteto: Máximas. Colección La Crítica Literaria.

 

Photo Credit: Fotolia.

 

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Soy Oscar Cano, abogado dedicado al Derecho de Familia, y Blogger jurídico con más de 1.500 artículos publicados, y escribiendo un post a diario desde enero de 2014.

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