La filosofía china gira en torno al dogma fundamental de que todo cambia.
No debemos contar con un estado permanente de cosas en ningún aspecto de la vida, y para evitar el desconcierto ante la situación completamente nueva que cada cambio nos trae, debemos esforzarnos en comprender la naturaleza del cambio.
En la medida en que entendamos cómo y por qué cambian las cosas, el cambio nos parecerá más natural y seremos capaces de anticiparnos y obrar correctamente cuando llegue. Filósofos como Laozi (autor del Daodejing), Confucio y el autor o autores anónimos del Yijing nos enseñan a sacar el mejor partido de las situaciones que lo permiten, pero también de aquellas que escapan a nuestro control, así como de las que consideramos malas.
En todos los casos somos responsables de nuestras decisiones, y a pesar del cambio constante el mundo es un lugar ordenado. Para comprender cómo funciona el mundo humano, debemos comprender cómo funciona el mundo natural y darnos cuenta de las similitudes que existen entre ambos.
La traducción más común de Tao es «el camino», término que se refiere a la forma en que las cosas se revelan. La mejor forma que tienen los seres humanos de vivir es hacerlo en armonía con las leyes naturales que modelan los procesos sociales y políticos. La filosofía china se centra en la búsqueda de la forma de llevar una buena vida. Si los individuos llevan una buena vida, la sociedad también será buena. Sin conflictos, decente y productiva.
Se considera que no sólo el conocimiento es el camino hacia la buena vida (como hace gran parte del pensamiento occidental), entendiendo que la calidad de vida se deriva de la reflexión sobre el deber y la moralidad, la interpretación de la experiencia y la comprensión de los procesos.

Fuente del post: Más Platón y Menos Prozac. Lou Marinoff.
Imagen: ID 29450.
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