
El nivel más profundo de realización vital sólo podemos conseguirlo decidiendo aquello que más valoramos en la vida. Esto es, cuáles son nuestros valores preponderantes, y comprometiéndonos a vivir conforme a ellos cada día.
Es frecuente que la mayoría de las personas no tenga una idea clara de lo que para ellos es más importante. Vacilan en cada tema que abordan, convirtiéndose su existencia en una masa grisácea en la que no son capaces de adoptar posiciones firmes en la defensa de algo o alguien.
Si no tenemos claro lo que es más importante en nuestras vidas (aquello que realmente estamos dispuestos a defender), difícilmente podremos poner los cimientos de un sentido de la autoestima, y mucho menos tener la capacidad para tomar decisiones efectivas. Necesitamos darnos cuenta de que la dirección que siguen nuestras vidas se halla controlada por la atracción magnética de nuestros valores, dado que son la fuerza que nos dirige de forma consistente en las decisiones capaces de crear la dirección y el destino último de nuestras vidas, siendo ello válido tanto para nosotros como individuos como para las empresas y organizaciones.
Como consecuencia de todo lo anterior, podemos concluir que tanto en nuestra vida personal como profesional y global debemos tener muy claro lo que es más importante, y decidir que viviremos de acuerdo con esos valores, sin que importe lo que ocurra. La única forma de alcanzar la felicidad a largo plazo consiste en vivir en consonancia con nuestros ideales más elevados, actuando conforme a aquello que creemos que se halla relacionada nuestra vida.
Si no vivimos de acuerdo con nuestros verdaderos valores, estaremos destinados a experimentar un dolor intenso. A menudo, la gente desarrolla pautas habituales de comportamiento que la frustra o la puede destruir potencialmente, tales como fumar, beber, comer en exceso, abusar de las drogas, intentos por controlar o dominar a los demás, dedicarse a ver la televisión hora tras hora, etc…
Son comportamientos que resultan de la frustración, la cólera y el vacío que siente la gente al no tener un sentido de la plenitud en sus vidas. Buscan la distracción con respecto a esas sensaciones de vacío, llenando el hueco mediante comportamientos que produzcan un cambio rápido y fijo de su estado de ánimo.
Ese tipo de comportamientos se convierten en una pauta, y es que a menudo la gente enfoca la atención sobre cambiar el propio comportamiento antes que afrontar la causa.
Pero lo cierto es que no tienen un problema con la bebida, sino un problema de valores. Beben para tratar de cambiar un estado emocional que no les gusta. Se sienten mal y no saben lo que es más importante para ellos en su vida. La buena noticia es que cada vez que vivimos de acuerdo con nuestros criterios más elevados, que cumplimos y satisfacemos nuestros valores, nos sentimos inmensamente alegres. No necesitamos comer ni beber en exceso. No necesitamos colocarnos en un estado de estupor, porque la vida misma ya es increíblemente rica sin necesidad de cometer todos esos excesos. Para Anthony Robbins, «apartarnos de esas alturas increíbles sería como tomar pastillas para dormir en la mañana del día de Reyes».
Nuestros valores o esencia de lo que configuraría nuestras vidas, empiezan a constituirse en nuestra infancia (época en la que no comprendemos la importancia de tener un sentido claro de los valores propios), y ya cuando somos adultos mientras afrontamos las presiones de la vida de forma tan distraída que ni siquiera podemos dirigir la formación de nuestros propios valores.
Imagen: johnhain.
Fuente del Post: Controle su destino. Anthony Robbins.
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