Todos disponemos de un sistema o procedimiento por el que pasamos para determinar qué significan las cosas y qué necesitamos hacer en cualquier situación de la vida.

Para cada persona tienen importancia cosas distintas, y cada individuo hará una valoración de los hechos diferente en base a su perspectiva y condicionamientos. El objetivo debe consistir en tener un enfoque o forma de valorar todo en la vida de un modo que nos guíe de forma consistente hacia la toma de decisiones que produzcan los resultados que deseamos.
Pero raras veces tomamos el control y dirigimos nuestros propios procedimientos de valoración y análisis de la realidad, o, lo que es lo mismo, de nuestros destinos.
Para Anthony Robbins, existen 5 elementos que determinan nuestra visión de la realidad y que son los siguientes:
1) El estado mental y emocional en el que nos encontramos al efectuar una valoración o análisis.
Hay momentos en la vida en los que alguien puede decirnos algo que nos haga romper a llorar, mientras que ese mismo comentario, en otro momento, puede hacernos reír. ¿ Cuál es la diferencia? Probablemente el estado de ánimo en que nos encontremos.
Si nos sentimos temerosos y vulnerables, el sonido de unos pasos procedentes del otro lado de la ventana en medio de la noche, junto con el crujir de una puerta al abrirse, podrá significar para nosotros algo totalmente diferente a si nos encontramos en un estado de excitación o anticipación positiva. El que nos estremezcamos bajo las sábanas o nos levantemos de un salto y echemos a correr hacia la puerta con los brazos abiertos, será el resultado de las valoraciones que hagamos sobre el significado de esos sonidos.
Una de las principales claves para realizar mejores o más favorables valoraciones, será que tengamos la certeza de que, cuando estemos tomando decisiones sobre lo que significan las cosas y lo que vamos a hacer, nos hallemos en un estado mental y emocional extremadamente lleno de recursos, antes que con un ánimo de supervivencia.
2) Las preguntas que nos hacemos.
En respuesta a cualquier cosa que ocurra en nuestra vida, el cerebro reacciona preguntando: «¿Qué está sucediendo? ¿Qué significa esta situación? ¿Significa dolor o placer? ¿Qué puedo hacer ahora para evitar, reducir o eliminar dolor, o para obtener algo de placer?»
¿Qué es lo que determina que pidamos a alguien una cita para salir? Nuestros análisis, valoraciones y razonamientos están profundamente afectados por la específica cuestión que nos hagamos a nosotros mismos acerca de la aproximación a esa persona. Si lo que nos hacemos es una pregunta del tipo: «¿No sería estupendo conocer a esta persona?», es muy posible que sintamos motivación por conocerla. Pero si habitualmente las preguntas que nos hacemos son del tipo: «¿Y si me rechaza? ¿Y si me ofende al aproximarme a ella? ¿Y si resulto herido?», resulta obvio que llegaremos a una serie de consideraciones cuyo resultado será el dejar pasar la oportunidad de conectar con alguien por quien nos sentimos realmente interesados.
La clase de alimentos que tomamos también vendrá determinado por las preguntas que nos planteemos. Si al entrar a la cocina nos preguntamos: «¿Qué podría comer rápidamente para que me animara enseguida?», escogeremos alimentos que tenderán a ser muy refinados y precocinados (porquerías). Pero si la pregunta que nos hacemos es: «¿Qué podría tomar ahora capaz de nutrirme?», lo más probable es que elijamos alimentos del grupo de las frutas, los zumos, las verduras y ensaladas.
La diferencia entre una comida rápida tomada de forma regular, o un vaso de zumo recién exprimido determinará la calidad de nuestro estado físico, y será una consecuencia de la forma en que hemos valorado y analizado a partir de las preguntas que nos hemos hecho.
3) Nuestra jerarquía de valores.
A lo largo de nuestra vida, cada uno de nosotros ha aprendido a valorar ciertas emociones más que otras.
Todos queremos sentirnos bien. Esto es, sentir placer y evitar sentirnos mal o, lo que es lo mismo, evitar el dolor. Pero nuestra experiencia de la vida nos ha enseñado un sistema codificado único para distinguir lo que equivale a dolor y lo que equivale a placer, que se encuentra en el sistema de guía de nuestros valores.
Así como una persona puede haber aprendido a vincular placer con la idea de sentirse segura, otra puede haber vinculado dolor con esa misma idea debido a que la obsesión de su familia por la seguridad le impidió experimentar una sensación de libertad. Algunas personas tratan de alcanzar el éxito, pero al mismo tiempo intentan evitar el rechazo a toda costa. Estos conflictos de valores pueden hacer que una persona se sienta frustrada o inmovilizada.
Los valores que seleccionemos configurarán todas las decisiones que tomemos en la vida. Existen dos tipos de valores:
· los estados emocionales de placer hacia los que siempre tratamos de movernos (valores como amor, alegría, compasión y excitación), y
· los estados emocionales de dolor que tratamos de evitar o de los que intentamos alejarnos (como humillación, frustración, depresión y enojo).
La dinámica creada por estos dos objetivos determinará la dirección en nuestra vida.
4) Nuestras creencias.
Nuestras creencias globales nos aportan un sentido de la certidumbre acerca de cómo nos sentimos y qué esperamos de nosotros mismos, de la vida y de la gente.
Nuestras reglas son las creencias que tenemos acerca de lo que nos tiene que suceder para sentir que han quedado satisfechos nuestros valores. Algunas personas tienen el convencimiento de que «Si me amas, nunca me levantarás la voz». Esta regla hará que esa persona valore la elevación del tono de voz como prueba de que no hay amor en la relación. Posiblemente ello no tenga ninguna base, pero la regla dominará la consideración efectuada y las percepciones que tenga esa persona y su experiencia de lo que es cierto.
Otras reglas limitadoras pueden ser: «Si tienes éxito, entonces ganas millones de dólares», o bien: «Si eres un buen padre, entonces nunca tienes un conflicto con tus hijos».
Las creencias globales determinan nuestras expectativas y a menudo controlan hasta lo que estamos dispuestos a priorizar. La fuerza conjunta de estas creencias determina cuándo nos damos a nosotros mismos una experiencia de dolor o de placer, y constituyen uno de los elementos fundamentales de todas las valoraciones que hacemos.
5) Nuestra mezcla de experiencias de referencia.
En nuestro cerebro está guardado todo lo experimentado durante nuestra vida, e incluso todo aquello que nos hemos imaginado.
Esas referencias forman el material en bruto que utilizamos para construir nuestras creencias y guiar nuestras decisiones. Para decidir lo que significa algo, tenemos que compararlo con algo. Por ejemplo, ¿es esta situación mala o buena?, ¿comparado con qué? ¿Es bueno comparado con lo que nuestros amigos hacen o tienen? ¿Es malo comparado con la peor situación de la que tenga noticia?
Disponemos de ilimitadas referencias que podemos utilizar para tomar cualquier decisión. Las referencias escogidas serán las que determinen el significado que demos a cualquier experiencia, cómo nos sentimos en relación a ella e incluso qué haremos al respecto. Son las referencias las que configuran nuestras creencias y valores.
No es lo mismo haber crecido en un medio ambiente en el que una persona sintiese que se aprovechaban continuamente de ella, a haber crecido en otro en el que la persona se haya sentido incondicionalmente querida. Eso, indudablemente, puede matizar, afectar e influir en las creencias o valores y forma de ver la vida, a la gente y las oportunidades por parte de cualquier persona.
Alguien que ya se lanzase en paracaídas a los 16 años, es muy posible que haya desarrollado sobre la idea de la aventura unos valores diferentes a los de alguien que era rechazado cada vez que intentaba aprender una nueva habilidad, concepto o idea. Los maestros suelen ser personas que disponen de más referencias que los demás acerca de lo que conduce al éxito o la frustración en cualquier situación. Después de 40 años de invertir en bolsa, es indudable que una persona dispondrá de muchas más referencias con las que ayudarse a la hora de decidir qué es una inversión excelente, en relación a alguien que lleve a cabo su primera inversión.
Las referencias adicionales nos ofrecen el potencial para alcanzar el dominio sobre algo. Pero, al margen de nuestra experiencia o ausencia de la misma, existen formas ilimitadas para organizar nuestras referencias en creencias y reglas capaces de capacitarnos o limitarnos. Cada día, podemos aceptar nuevas referencias que nos ayuden a desplegar nuestras creencias, refinar nuestros valores, plantear nuevas preguntas, acceder a los estados de ánimo más capaces de impulsarnos en la dirección que deseamos seguir, y configurar verdaderamente nuestros destinos de forma satisfactoria.
«Los hombres no son sabios en proporción a su experiencia, sino a su capacidad para experimentar». George Bernard Shaw
Fuente del Post: Controle su destino. Anthony Robbins.
Imagen: Adobe Stock.
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