
Lo que acostumbramos a hacer lo hacemos porque encontramos alguna recompensa actuando así habitualmente.
Si tenemos exceso de peso probablemente estaremos disfrutando lo gratificante de comer chocolate, pizza o beber cerveza. Si decidimos hacer dieta encontramos la recompensa en disfrutar de la autoestima que surge de ese acto único, pequeño y disciplinado, además del placer y satisfacción de vernos un cuerpo mejor.
También existen en cada individuo sus propias compensaciones mentales. Algunas personas sienten lástima de sí mismas y otras se enfadan de forma que dejan en un segundo plano sus verdaderos intereses, sin enfocar la atención sobre las cosas que realmente la necesitan.
El desafío es decidir si verdaderamente estamos dispuestos a no permitir la presencia de ese tipo de compensaciones mentales destructivas, existiendo tres cosas que nos lo impiden y que son:
1. La pereza.
Mucha gente sabe lo que debería hacer pero nunca reúne la energía suficiente para hacerlo.
Sabemos que nuestras vidas podrían ser algo más, pero continuamos sentados delante de la tele, con una mala alimentación, y privando a nuestro cuerpo y mente del combustible realmente necesarios para crecer.
2. El temor.
Con excesiva frecuencia la seguridad de un presente mediocre nos parece más cómoda que la aventura de intentar ser algo más en el futuro.
Hay mucha gente que llega al final de su vida preguntándose qué podría haber llegado a ser… No debemos permitir que eso nos suceda a nosotros.
3. El hábito.
Todos tenemos nuestras viejas pautas emocionales. La fuerza ensordecedora de la rutina. Como si se tratara de un avión que funcionara con el piloto automático puesto, nuestro cerebro vuelve a pescar las mismas y viejas respuestas que siempre ha encontrado.
Nos enfrentamos a un obstáculo y vemos el problema antes que la solución. Sufrimos un revés y sentimos lástima por nosotros mismos, en vez de buscar cómo aprender de la situación. Cometemos un error y lo consideramos una especie de juicio siniestro acerca de lo que no podemos hacer, en lugar de decidir aprender de ello y seguir hacia delante.
Debemos establecer un verdadero compromiso con CANI (compromiso sólido con la mejora constante e interminable en cada uno de esos ámbitos).
Si habitualmente sentimos lástima de nosotros mismos, eso no será nada fácil de detener. Si enfocamos la atención sobre la presión financiera, operar desde el temor no contribuirá a mejorar las cosas. Si echamos al de al lado la culpa de todo lo que nos sale mal en la vida, lo más fácil es que sigamos haciéndolo así. Si enmascaramos nuestras inseguridades mostrándonos siempre enfadados, nos regodeamos en el sentimiento de culpabilidad, achacamos nuestros problemas a nuestros aspecto externo, a nuestra situación financiera o a nuestra educación, no nos será nada fácil cambiar todo eso.
Fuente del Post: Controle su destino. Anthony Robbins.
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