Como no podía ser de otra manera, las personas buscamos estados emocionales agradables, aunuqe sin duda valoramos algunas emociones más que otras.
¿Qué estados emocionales valoramos más en la vida? ¿Cuáles son las emociones que pensamos que nos aportarán más placer? ¿El amor o el éxito? ¿La libertad o la intimidad? ¿La aventura o la seguridad?
Anthony Robbins identifica a esos estados más placenteros como valores hacia los que nos movemos, porque son los estados emocionales que más nos esforzamos por alcanzar.
¿Cuáles son algunos de los sentimientos más importantes que nos gustaría experimentar en nuestra vida de una forma regular? La mayoría suele hablar de amor, éxito, libertad, intimidad, seguridad, aventura, poder, pasión, comodidad, salud, …
Probablemente valoremos todas estas emociones, y es importante que las sintamos todas, pero sería engañarnos decir que todas las valoramos por igual.
Resulta obvio que cada individuo se esfuerza más por alcanzar algunos estados emocionales antes que otros, y es que todos tenemos una jerarquía de valores, que, sin duda, controla la forma en que tomamos las decisiones en cada momento.
Los hay que valoran más la comodidad que la pasión, o la libertad antes que la seguridad, o la intimidad antes que el éxito.
Debemos descubrir cuáles son las emociones que más valoramos, escribiendo una lista conforme a nuestro orden de importancia personal, reservando el primer puesto al estado emocional que nos parezca más importante y el décimo al que menos. Si nuestro principal valor fuese la libertad, seguida por la pasión, la aventura y el poder, nuestras decisiones serían muy distintas a las de otra persona cuyos valores fuesen la seguridad, la comodidad, la intimidad y la salud. No tomará de la misma forma las decisiones una persona cuyo valor principal sea la aventura, que otra cuyo valor principal sea la seguridad, ni tampoco conducirán la misma clase de coche, ni irán de vacaciones al mismo lugar, ni ejercerán la misma profesión.
Nuestros valores, sean los que sean, determinan la dirección que toma nuestra vida. Nuestra experiencia vital nos ha enseñado que ciertas emociones nos aportan más placer que otras. Algunas personas identifican sus emociones más agradables con tener una sensación de control, por lo que la persiguen con todo el vigor del que son capaces hasta convertirla en el enfoque dominante de todas sus acciones, incidiendo ello de forma decisiva en sus relaciones con las personas, en lo que hacen con esas relaciones y en su forma de vivir.
Como es obvio, encontrarán gran incomodidad en situaciones en las que no sean ellas las que tengan el control de la situación. A la inversa, otras personas vinculan dolor con la idea de control, y buscan, por encima de todo, una sensación de libertad y aventura, tomando decisiones, en consecuencia, de una forma completamente distinta. Otras alcanzan el mismo nivel de placer por medio de una emoción como la contribución o ayuda a los demás, de forma que no dejan de hacerse preguntas del tipo: «¿Qué puedo dar? ¿Cómo puedo establecer una diferencia?». Sin lugar a duda eso les hará seguir una dirección muy diferente a la de alguien cuyo valor principal sea el controlarlo todo.
El conocimiento de nuestros valores nos llevará a comprender con claridad por qué seguimos las direcciones que seguimos de forma insistente. Al observar la jerarquía de nuestros valores, comprenderemos por qué a veces experimentamos dificultades para tomar decisiones, o por qué puede haber conflictos en nuestra vida. Y es que si nuestro valor principal es la libertad y el segundo la intimidad, estaremos ante dos valores incompatibles demasiado cerca en nuestra tabla de preferencias, que nos llevarán a afrontar desafíos conflictivos con frecuencia.
Fuente del Post: Controle su destino. Anthony Robbins.
Imagen: johnhain.
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