Debemos confeccionar una lista de valores por orden de importancia.
Anthony Robbins nos proporciona la suya propia, que puede servir como referencia para empezar con nuestras propias listas (Pasión, Amor, Libertad, Contribución, Ser capaz, Crecimiento, Logro, Felicidad, Diversión, Salud, Creatividad)
Lo único que debemos hacer para descubrir nuestros valores es contestar a una pregunta muy sencilla:
«¿Qué es lo más importante para mí en la vida?» y anotar rápidamente la respuesta a esa pregunta. ¿Es la paz mental? ¿El impacto sobre los demás? ¿El amor?
A continuación debemos situar nuestros valores por orden, desde el más al menos importante. Según Robbins, al observar su lista comprendió por qué estaba haciendo lo que hacía. El conocer su lista de valores le ayudó a continuar el camino trazado y a vivir de acuerdo con lo que era más importante para él.
Con el transcurso de los años, fue sintiendo un mayor sentido de la congruencia en su vida, aunque no tardaría en establecer otra distinción que transformaría la calidad de su vida para siempre.
Cambia tus valores y habrás cambiado tu vida.
Tras una experiencia profesional desagradable por la que Robbins pasó, decidió que necesitaba volver a encontrar el equilibrio emocional y obtener algo de perspectiva y claridad sobre la situación.
Lo más importante de todo era que tenía que decidir lo que iba a hacer y cómo iba a darle la vuelta a esa situación, pasando de plantearse «¿Por qué me está ocurriendo todo esto a mí?», para hacerse una pregunta mucho mejor: «¿Cuál es la fuente de todo comportamiento humano? ¿Qué induce a la gente a hacer lo que hace?»
De esta forma creó un programa capaz de ayudar a las personas a rediseñar las prioridades vitales de su sistema nervioso, hasta redirigir literalmente el proceso mediante el que la gente suele tomar todas sus decisiones sobre cómo pensar, sentir y qué hacer en virtualmente todos los ámbitos de la vida.
Es decir, se enfocó en lo que sucedería si, en lugar de enseñar a la gente cuáles eran sus valores y a clarificárselos, consiguiera que seleccionaran o redirigieran conscientemente el orden y el contenido de su sistema de jerarquía de valores.
Por ejemplo, si el valor principal de alguien fuese la seguridad, y el número quince fuera la aventura, e intercambiara el orden, no sólo intelectualmente sino de tal modo que la aventura se convirtiera en su nueva y más alta prioridad para su sistema nervioso, resulta evidente el cambio que produciría en su vida, dado que ello cambiaría literalmente la forma de pensar de esa persona, así como su forma de sentir y comportarse en virtualmente todos los ámbitos de su vida. No puede imaginarse un cambio más profundo en la vida de un ser humano. Se trataría, en esencia, de la clase de cambio que ha sido descrito a lo largo de la historia: la conversión de Saulo en Pablo, si se quiere así, con las cosas que más odiaba una persona convirtiéndose en aquello que más amara, y viceversa.

Por mucho que tengamos unos valores y nos encanten, no somos nuestros valores. Somos mucho más que nuestros valores. Esos valores no suelen ser el resultado de elecciones inteligentes o de un plan maestro. Hasta ese momento, afirma Robbins, lo único que había conseguido había sido descubrir qué prioridades condicionaban su vida, y había elegido conscientemente vivir con el sistema de dolor y placer que le había sido programado. Pero, ¿y si diseñara realmente su propia vida? Si tuviera que crear una serie de valores con los que configurar el destino final que deseaba, ¿cuáles serían éstos?
Desde ese momento empezó a darse cuenta de que se hallaba a punto de tomar decisiones que cambiarían la dirección de su vida para siempre. Empezó a considerar sus valores y a plantearse la pregunta: «¿Cuáles necesitan ser mis valores para crear mi destino definitivo, para ser la mejor persona que pueda llegar a ser, para ejercer el mayor impacto posible durante mi vida?»Pensó en que los valores que tenía le ayudaban, pero siguió cuestionándose: «¿Qué otros valores tendría que añadir para fracacasar menos?», no dudando que la inteligencia debía estar en su lista, descubriendo luego una serie adicional de valores y decidiendo dónde había necesidad de situarlos en su jerarquía.
También se hizo una pregunta que jamás se había hecho y que fue «¿Qué valores debería eliminar de su lista para alcanzar su destino último?» y a continuación se preguntó «¿Qué me puede estar costando poner la pasión en el primer lugar de mi lista?»
Empezó a darse cuenta de que el hecho de haber colocado la pasión en el primer lugar de la lista podía llegar a quemarle y, en consecuencia, costarle potencialmente el mismo destino que andaba persiguiendo, llevándole ello a preguntarse finalmente: «¿En qué orden necesitaban estar sus valores para alcanzar un destino último»? No se planteó: «¿Qué es importante para mí?», sino: «¿Qué valores necesito tener?» Al empezar a seguir este proceso, su lista empezó a cambiar hasta que terminó por quedar configurada del siguiente modo:
· Salud/vitalidad
·Amor/calidez
· Inteligencia
· Alegría
· Honradez
· Pasión
· Agradecimiento
· Diversión/felicidad
· Establecer una diferencia
· Aprender/crecer
· Lograr
· Ser el mejor
· Invertir
· Contribución
· Creatividad
También se empezó a dar cuenta de que para alcanzar el éxito, había ciertos estados emocionales que debía evitar. Uno de ellos era, sin lugar a dudas, la preocupación. Se sentía emocional y físicamente agotado por el dolor de tratar de imaginar cómo iba a mantener su empresa en funcionamiento, con todas las puertas abiertas.
Estaba convencido de que, si se preocupaba, quizá se sentiría más motivado, pero descubrió que la preocupación le privaba de recursos. Así pues, decidió que ya no podía preocuparse más. Que podía tener inquietudes legítimas, pero era mucho más importante enfocar la atención sobre aquellas acciones que hicieran funcionar las cosas. Una vez decidió que la preocupación podía destruir su destino, empezó a evitar a toda costa experimentarla, habiendo sido una emción demasiado dolorosa como para tolerarla. Empezó así a confeccionar una lista de valores de los que alejarse.
Así pues, ¿cómo podemos hacernos cargo de nuestros valores?
1. Descubriendo cuáles son nuestros valores actuales y anotándolos por orden de importancia.
De esa forma comprenderemos qué es lo que más deseamos experimentar (es decir, los valores hacia los que nos movemos), y qué es lo que más deseamos evitar en nuestra vida (es decir, los valores de los que nos alejamos).
Comprenderemos por qué hacemos lo que hacemos y tendremos la oportunidad, si así lo queremos, de experimentar más placer en nuestra vida, al entender el sistema dolor-placer que ya hay instalado en nuestro interior.
2. Tenemos la oportunidad de redirigir nuestro destino mediante una nueva pregunta: «¿Cuáles tendrían que ser mis valores para alcanzar el destino que deseo y merezco?»
Deberemos hacer una lista con toda rapidez, y ponerla por orden de importancia, para ver de qué valores podemos desembarazarnos y cuáles son aquellos que podemos añadir para crear la calidad de vida que deseamos realmente.
Fuente del Post: Controle su destino. Anthony Robbins.
Imagen: Adobe Stock.
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