Recuerdo cuando era pequeño a la gente mayor teniendo conversaciones sobre lo mal que lo había pasado en su juventud durante la guerra y la postguerra. Las necesidades que pasaban, las enfermedades que no se curaban….
Si una abuelita decía que vio morir a su madre cuando tenía siete años, la otra respondía que a esa edad ella ya no tenía ni madre ni padre, que en una misma habitación dormían no se cuantas personas, y lo que les costaba conseguir los alimentos más básicos. El diálogo acababa en una especie de competición de ver quien había sufrido más.
Hoy en día eso no ha cambiado mucho. Pero incluso en gente muy joven. Recuerdo en algunos trabajos que estuve, que al finalizar cada turno los que se iban y los que llegaban comentaban lo caótico del día anterior por la ausencia de dos compañeros, que si había habido más pedidos que nunca y que no habían salido hasta las doce de la noche. Pero los otros contestaban que no hacía tanto ellos habían llegado a salir a la una de la madrugada, y que el día anterior fue mucho peor dado que se colgó el sistema informático y tuvieron que hacerlo todo a mano y más lento.
¿Quién no ha oído a compañeros explicar eso tan ofensivo que el jefe les dijo con un tono inaceptable, y la respuesta de su interlocutor en el sentido de que a él aún le habló peor y encima le dijo que finalmente tenía que ir a trabajar aquel sábado que previamente le había prometido fiesta, sabiendo que era el cumpleaños de su hija más pequeña?
Frases como “¿Crees que las cosas están mal para ti? Permíteme decirte como están de mal para mi”, “¿que más me puede pasar?”, “sin pareja y sin trabajo…”, respondiendo alguien al momento “pues tú por lo menos tienes salud, porque yo estoy pendiente de tales pruebas y tiene una pinta fatal…” Incluso a veces todo esto en un tono jocoso y humorístico que ya provoca las risas del grupo. Yo siempre tengo muy presente eso de que detrás de toda broma hay algo de verdad.
Son personas que acaban convirtiendo sus emociones negativas en distintivos de valor, considerando incluso una virtud su capacidad de soportar tanta desdicha. Algo de lo que presumir como mostrando una especie de fortaleza o virtud intrínseca por tener la capacidad de aguantar tanto contratiempo y sobrevivir en un mundo en el que todo confluye contra ellos.
Urge huír de este tipo de actitudes porque, claramente se transforman en profecías que se cumplen, acabando la persona por tener un interés en sentirse mal de forma regular, sintiéndose atrapada. Si constantemente enfoco en algo tendré más de ello. Si sólo miro lo que sale mal y me regocijo en subrayarlo y destacarlo, mi estado entrará en una espiral tal de negatividad y desconfianza que mi incapacidad irá avanzando de forma paulatina, progresiva, real y palpable, cada vez en más vertientes de mi vida.
No te estoy diciendo que deba vivirse en una nube ajeno a toda realidad, pero fíjate que eso, acabaría favoreciéndote más.
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